jueves, 27 de diciembre de 2018

Control físico

Como bien podemos observar, tanto en la novela como en la adaptación cinematográfica, el control que ejerce el gobierno sobre los habitantes de Londres en esta distopía no tiene límites, pues los personajes son controlados físicamente, así como manipulados psicológicamente. Podemos darnos cuenta de esta situación siguiendo los pensamientos de Winston Smith a lo largo de la novela, y también con las reacciones y maneras de actuar que tienen los personajes en la película. Como bien nos dice el protagonista, Winston Smith, el mayor de sus rivales es su sistema nervioso, pues a través de este puede ser controlado cualquier tipo de impulso:, la respiración, un espasmo muscular o cualquier otro movimiento repentino.  Así pues: Nuestro peor enemigo, reflexionó Winston, es nuestro sistema nervioso, En cualquier momento, la tensión interior puede traducirse en cualquier síntoma visible. (George Orwell 1949: 38)

Como ejemplo de esto, en la película se nos muestra una secuencia donde a Winston se le dice que la suma de dos más dos es igual a cinco. Él sabe que no es cierto, y aún así no muestra ninguna señal de desacuerdo, pero, su sistema nervioso lo delata y por consecuencia recibe una descarga eléctrica.

Otro ejemplo clave que podemos extraer de la novela y en el que se observa a la perfección cuán brutal es el control físico hacia las personas es el siguiente:

El detalle más pequeño podía traicionarle a uno. Un tic nervioso, una inconsciente mirada de inquietud, la costumbre de hablar con uno mismo entre dientes, todo lo que revelase la   necesidad de ocultar algo. En todo caso, llevar en el rostro una expresión impropia (por ejemplo, parecer incrédulo cuando se anunciaba una victoria) constituía un acto punible. Incluso había una palabra para esto en neolengua: caracrimen. (George Orwell 1949: 37)

Aquí incluso podemos comprobar la existencia de esa palabra en neolengua: caracrimen, que determina a aquellas personas que no siguen los comportamientos de las demás o pierden el control de sus actos. Así pues, cualquiera que realizase un caracrimen sería vigilado de cerca por los espías para averiguar si comete algún tipo de infracción, así como si sus pensamientos son diferentes a los de los demás miembros del partido. En caso de demostrar que esa persona es una traidora hacia el Gran Hermano, será delatada directamente a la Policía del Pensamiento.

El partido obliga a sus miembros a realizar una serie de ejercicios físicos cada mañana. En estas Sacudidas Físicas la instructora que se encuentra al otro lado de la pantalla está al corriente de que cada camarada los está realizando como es debido. A continuación, los miembros del partido deben marchar a sus correspondientes puestos de trabajo, donde pasan unos largos y duros días, haciendo que siempre se sientan en un estado de agotamiento excesivo. Además, el Partido que controla Londres procura que sus habitantes usen un número limitado de productos: cuchillas de afeitar, maquillaje, bebidas, tabaco o alimentos. Estos cada vez van siendo más reducidos, a pesar de que el Partido anuncia todo lo contrario. Igualmente, esta situación se da con la ropa que, además, debe ser un mono azul, tal y como se muestra en la película de Michael Radford:


Otro punto que es necesario comentar con respecto al control físico es el hecho de que no está permitido tener pareja fuera de la intención de procrear para llenar el Partido de nuevos miembros. De esta manera, como bien menciona Winston múltiples veces en la novela, mantener relaciones sexuales con otra intención que no sea para crear descendencia, es ilegal y por tanto si eres visto o sospechan de que puedes estar viendo a alguien serás inmediatamente delatado:

Su vida sexual, por ejemplo, estaba totalmente regulada por las dos palabras de neolengua sexocrimen (inmoralidad sexual) y buensexo (castidad). El sexocrimen cubría infracciones de todo tipo: fornicación, adulterio, homosexualidad y otras perversiones y, además, el coito normal practicado por placer. No había necesidad de nombrarlos separadamente, ya que todos eran igualmente culpables y merecían la muerte. (George Orwell 1949: 176)


Es aquí cuando aparece la figura de Julia, la amante de nuestro protagonista y quien él considera que es digna de su confianza porque está seguro de que Julia siente el mismo odio hacia el Partido que él. Ambos son rebeldes, pues comenten el sexocrimen, buscando el placer sexual de ambos sin intención de procrear. 

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